domingo, 27 de febrero de 2011

Laos con Sebas y Juanito

Por la imposibilidad de ir a Vietnam por falta de economía porque Sebas no le funciona la tarjeta y a Juan tampoco y yo no puedo costear tanto viaje de avión puesto que ese modo de trasporte en Asia es caro, decidí llevarlos a Laos que también merece la pena visitar.

Salimos de Bangkok en tren hacia la frontera de Laos por Naan al nordeste de Tailandia, entramos por un sitio que no entra gente caminando porque la distancia de la frontera thai a la frontera de Laos hay dos kilómetros que no hay nada, ni vi a nadie, ni gente ni coches. Llegamos a la frontera de Laos y no teníamos fotos para que nos dieran un visado de entrada pero los de la aduana con el teléfono y el ordenador nos las hicieron pagando por supuesto las fotos tres euros y la visa veinte.

Los de la aduana llamaron un taxi, bueno un tuk tuk reformado mas viejo que Matusalén, después de mucho regateo para bajar el precio que por cierto a Sebas le da vergüenza porque me dice que los precios son baratos. No se da cuenta que si no regateas todo te puede costar mucho mas de lo que vale. El tuk tuk nos llevó a una guagua que nos dejaría en Bamg Pradan para coger la guagua que nos llevaría a Vientiane. Esa guagua está a cien kilómetros mas o menos, pero tardamos seis horas. La carretera es muy montañosa y en muchos sitios no hay asfalto y donde está asfaltada, en los baches cabía el bus. La polvareda era de mucho cuidado y el bus no tenía ventanas, teníamos las gargantas secas. Menos mal que en cierto momento que paramos para mear había una choza de paja que tenía cerveza caliente, pero mejor que nada. Juanito compró un montón que todos los del bus bebieron menos el conductor. Lo cierto es que se montó una buena fiesta dentro del bus. Éramos tres extranjeros: Juan, Sebas y yo, el resto era del país y la cerveza ni la catan, no pueden pagarlas.

La gente que vive en estas montañas son realmente pobres, viven en chozas de bambú y paja y viven de lo que les da el bosque, madera, los ríos, peces, cuidan cerdos y animales y la selva les da fruta y plantan maíz. En estas alturas el arroz no se da muy bien, no pasan hambre pero no tienen economía para lujos. El dinero que les llega proviene de los jóvenes que emigran a Tailandia sobre todo para trabajar en los bares y hoteles.

Cuando llegamos a coger la guagua que nos llevaría a Vientiane era de lujo pero llegamos tarde con tantas paradas para mear la cerveza. Tuvimos que coger otra que era una tartana, los asientos super estrechos, no podíamos mover las patas. Tardamos en llegar a Vientiane que estaba desde allí a quinientos kilómetros, dieciséis horas. Llegué un viernes, la embajada de Tailandia me recogió el pasaporte pero el sábado ni el domingo trabajan, o sea que tengo que estar aquí cuatro días. Sebas y Juan cogieron el tren para Bangkok. Vientiane no tiene, aparte de ser una ciudad de provincias, nada mas, así que estoy solo esperando para una nueva visa de tres meses. Cuando llegue a Bangkok intentaré mandar las fotos que son para alucinar.

Ahora me voy a buscar un sitio para comer arroz, besitos...

Ah se me olvidaba en el primer bus en una parada metieron cerdos en el maletero y el maletero tenía un montón de agujeros que daban a la cabina así que podéis imaginaros el olor tan agradable que nos acompañó todo el camino.

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